lunes, 6 de agosto de 2007

"No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió"

Lo logramos...(el Madrid y yo)... ya puedo decir que soy estudiante de la universidad madrileña Carlos III. Este es en cierto modo el final, el objetivo realizado de un madrileño que dio sus primeros pasos en Coslada, que empezó como pueblo en 1785 con 64 cosladeños y según el último recuento el año pasado fueron 91.906. Aunque no se pueda decir que todos ellos sean autóctonos. A partir del 2001 o poco antes han ido aterrizando en este espacio inmigrantes en busca de futuro, en especial "gente del Este". Hasta el punto en que hace un par de días me confirmaron que cada domingo llegaban dos autobuses llenos desde Rumanía...dios santo, cualquiera diría que es una invasión, o al menos eso parece: La llegada del imperio "Rumano". Pero luego vas a la ciudad y te das cuenta del mestizaje de la sociedad "española". La mayoría de camareros son sudamericanos o, en su ordinariez sudacas o actualmente conocidos como "paticortos", o subsaharianos, que dicho con la conciencia sana sería un negro, igual que yo un blanco.

Expuesto ya el abanico de esta sociedad, se podría pensar que afloran pensamientos racistas y xenófobos en mí, nada más lejos de la realidad. Realmente admiro a los inmigrantes en especial de latinoamérica (sin contar a los ilegales que llegan frecuentemente en precarias pateras jugándose la vida por una oportunidad) que llegan en busca de trabajo y terminan haciendo lo que, en definitiva, ningún españolito se digna a hacer, por lo que también ayudan a mejorar los servicios. Otro tema sería el que a mí me gustara ver a más camareros castizos que tanto abundaban en esta tierra, y ahora han quedado relegados al genuino bar "el brillante" o a "nebraska", y a veces ya ni a éstos. Esto es lo que realmente pienso que habría que cambiar; un refrán español dice: "allá donde fueres haz lo que vieres", y me parece que no se está aplicando, si España es el país de los servicios (y el ocio, pero para eso tengo previsto otro artículo) y cuando vas a un bar o cafetería te atienden y a los pocos segundos ya tienes tu café o la cerveza acompañada por una ración de patatas fritas "de churrero" o aceitunas, o nada y por el simple hecho del elevado estatus "virtual" del cliente presente en los cánones del camarero lleve a la sensación de que cuando te sientas a relajarte en cualquier rincón tengas mucho más que la razón, ¿por qué razón cualquier persona que quiera buscarse un futuro en nuestro país no debe amoldarse a nuestra manera de vivir y rebajar si no la calidad del servicio?.

El otro día reflexionando sobre el tema, llegué a la conclusión de que toda persona tiene un mínimo de racismo en su interior, es decir que es algo natural e innato en cada ser humano. De este modo, si un cosladeño te toca las narices en tu pueblo (para el ejemplo Coslada) piensas que es un gilipollas, pero si te las toca un rumano en Coslada te fastidia bastante más, aunque sólo piensas que es un rumano gilipollas, pero cuando el mismo rumano se te cuela en la cola del médico y dice que así son las reglas o que va con el coche como si fuera el rey de la carretera o se niegan a traerte un vaso de agua en la churrería de toda la vida y te obligan a ir a la barra diciendo que ya ha terminado, o te atienden de mala gana piensas: será así en tu put* país; y con razón. Ahora bien, cuando se es racista se es contra todo el extranjero, pero ¿cuántas personas en Madrid se quejan de los chinos? (¿y qué hacen con los muertos?, pero este es otro tema), por la razón de que estos se muestran (siempre que he ido a un todo a 100 o un restaurante) simpáticos y son los que mejor se han adaptado realmente a nuestra forma de vida. Con esto no quiero decir que todos los rumanos te escupan en la cara cuando les pides un vaso de agua, porque en todas partes cuecen habas, sino demostrar por qué hay gente "racista" sólo con los rumanos o sudamericanos, y en especial en zonas en las que la población inmigrante empieza a plantar cara a la autóctona en número: el "racismo innato", como ya he dicho, no es otro tan natural como la indignación de ver peligrada la entidad de tu pueblo, con un pasado y unas "leyes no escritas", que está abierto a todos los interesados que las acepten.

Parece mentira que haya desembocado en este tema cuando quería contar las desventuras y las "tocapeloterías" de la UNED con respecto a la entrada de la primera promoción que no haría selectividad para estudiar en España: al final nos han bajado un 0.7 a todos por lo que me he quedado fuera de hacer la de Derecho y Economía por 0.11 puntos. Aunque no es grave porque últimamente dudaba entre esa y Derecho + CC Políticas y de la administración que es más relajada, y sigo con la posibilidad de hacer la otra ya que me convalidan muchas asignaturas, pero estoy contento con la que el sino me asignó. Ya he preludiado -antes de perderme por los cerros de Úbeda- que este ha sido el final de una época, de un colegio público (hermanos Machado) en Coslada me fui a hacer segundo y tercero de primaria en uno privado de Madrid (Montpellier) del cual ya di el salto a Bruselas, en el que he terminado recientemente el BAC. A propósito, la frase del título fue la aportación de un compañero al discurso de la ceremonia del graduado, citando a Gabriel García Márquez en el año del 40 aniversario de su obra más conocida y fantástica (tanto imaginaria como estupenda) "Cien años de Soledad". Por todo ello, y al igual que en la trama del libro decía que se cerraba un ciclo, pero que a la vez se abría uno nuevo, uno no menos interesante y "fantástico", la puerta está abierta hacia nuestro futuro, por ello es posible que me haya acordado de la situación de la sociedad de España y anticipara entre las líneas sus consecuencias. Así que, como bien dijo otro sabio (QVMT):

"Y de repente echas la mirada atrás y han pasado casi 18 años. Y le dices al conductor que pare un momento, un momento en Lerma, para comer un pincho de tortilla y mirar todo el camino que has dejado atrás, pero sobre todo, mirar el que todavía quieres recorrer."