viernes, 18 de abril de 2008

Rumbo al progreso



Soplan nuevos vientos para el pueblo, y el barco del ejecutivo se deja empujar por ellos. Por primera vez, un Gobierno en el que hay mayoría de mujeres, por primera vez, una fémina -la encinta Carme Chacón- al mando del Ministerio de defensa. Y, por si fuera poco, se ha hecho realidad la propuesta de IU de crear un Ministerio de Igualdad, tema en torno al cual no parecería desabellado que se erigirera la nueva legislatura. El acierto de Zapatero fue visible cuando de inmediato se propició una cierta "crispación" en el ambiente más cercano a la opocisción, y con ella las correspondientes opiniones de algún que otro exaltado en los medios de comunicación. De esta índole fueron las opiniones impresas en ciertos periódicos, como ABC, cuya editorial disponía sin recelos que:

 "El Ministerio de Igualdad es un paradigma de todos los errores que se pueden cometer cuando se concibe el gobierno de la Nación como un banco de pruebas para experimentos partidistas. Este departamento es, simplemente, innecesario. Existe porque Zapatero quiere, no porque las competencias del Estado lo requieran o porque exista una necesidad imperiosa de organizar de forma específica determinadas funciones administrativas".

   

Hablando en plata, las iniciativas de Zapatero escuecen a la Derecha, y esto no me inspira tranquilidad. Porque me es casi imposible concebir que, aun a sabiendas de que el PP desaprobará todo cuanto pronuncie la boca de cualquier dirigente del PSOE, siendo el perfecto ejemplo de la política del "nada que perder" (y a los precedentes me remito), la lucha contra la discriminación y la violencia machista, en particular, no sean temas de rigor y tempestividad de un tiempo a esta parte.


Ya está bien. En los medios de comunicación se ha llegado a un punto en el que el ingenioso lenguaje políticamente correcto ha degenerado en la burda sátira, que todas las mañanas nos despierta incluso más que la cafeína, con voz de personajes sin escrúpulos. Y entre todo este embrollo, por fín alguien que haya dado la cara, por fin alguien que ha querido salir de su juego, sin miedo a que le achaquen lo descabellado y transgresor de sus críticas (acertadas), hacia lo que ellos mal llaman libertad de expresión. Daniel Anido, levantó la palabra, y habló por quienes sí merecen ser periodistas, a pesar de todas las difamaciones y atentados contra la información que de su profesión han realizado los que en ella sólo se escudan. Ya era hora:

 


La baba en la pluma

DANIEL ANIDO/ DIRECTOR de CADENA SER   17-04-2008

 Cuando fluye la baba y el periodismo se acojona la tiniebla va cubriendo el espacio vacío; un territorio abandonado que ocupan pajilleros, reprimidos, grasientos, puteros, siniestros, cobardes y acomplejados, con nombres y apellidos.

 Son de ilustres burgos, ansones, losantos, pejotas, usias y alguna que otra schlichting, pero segregan ese líquido viscoso y corrompido por la comisura de sus parpados, acentuando el asco que desprende su mirada.

 Tenemos que mirar sus caras, seguir con atención el recorrido; ver como avanza ese residuo pútrido que desciende por los pliegues hasta la boca, como carcome gota a gota su lengua relamida; como la inunda y luego la desborda, para proseguir su camino hasta la mano pegajosa que sostiene la pluma y derramar allí toda su miseria.

Cuando fluye toda esta baba compartida y el periodismo se acojona, estos mirones clandestinos, estos fetichistas de la mugre, se proclaman profetas con derecho de pernada, levantan púlpitos con barrocos tornavoces, apoyan sus falanges en el antepecho, despliegan su abyección más tenebrosa y corrompen el espacio compartido.

Cuando el periodismo se acojona delante de estos usurpadores del oficio, la cloaca extiende su dominio, se adueña de la plaza pública y construye allí su pasatiempo favorito: el juego delictivo del insulto, donde prevalece y se premia la discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, como pueden ser la orientación sexual, la fe o falta de ella, la ideología, la gestación, la edad, el nombre o el apellido.

Cuando el periodismo se acojona delante de estos mediocres, que confunden la baba con el intelecto, nuestra profesión pierde el futuro; los ciudadanos, su libertad, y la democracia, el sentido.

El periodismo tiene que hacer frente a la contaminación que desprenden estos exhibicionistas de la baba en la pluma, a la perversión que esconden bajo el necesario paraguas de la libertad de expresión.

Son previsibles. Se plantan delante de sus víctimas y abren con rapidez sus gabardinas, dejando ver su desnudez intelectual. Pero, son cobardes. Si les plantamos cara, mirando fijamente sus despojos orgánicos, señalando con el dedo su minusvalía y mostrando nuestro desprecio con una sonora carcajada, que al tiempo alerte al resto de la ciudadanía, salen corriendo a esconder sus complejos y sus colgajos... en el fango.     


 (A ellas, que sufren estos días el maltrato de quienes quieren robarnos el oficio: disculpas.)


 ...Amén.