martes, 17 de junio de 2008

Definición subjetiva del reloj

Por añadidura, quería adjuntar un anexo a la entrada anterior relativo al tiempo (en extensión la sociedad neocapitalista), y dejar en la constancia la visión de Julio Cortázar al respecto. Un genio literario a cuyas palabras me remito:

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.

¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.


La esencia de la vida

Los números. Ese ancestral invento que surgió de la propia naturaleza y que rige las bases de cualquier sistema que pretenda ser lógico, y aún más en el orden social actual, pues no siempre se ha extradefinido de tal manera su concepto. En el ámbito etimológico seguimos conservando algunos términos propios de la edad en que surgió, hace varios milenios, como el "cálculo", proviniente de la palabra "piedra", en el sentido que se le daba de agruparlas de manera sistemática y ordenada; o como los conocidos "dígitos", entendidos como la cantidad de objetos contados por el patrón del dedo humano, que nada tiene que ver con la cognotación desarrollista que se le atribuye ahora. 

Históricamente, el número tuvo gran importancia entre muy distintas civilizaciones, entre las cuales destacan la mesopotámica (3000 a.C.), en la que nace la escritura cuneiforme, los chinos y los indios, los romanos y los griegos, los cuales les atribuían valor divino. Pero lo cierto es que el sistema posicional más antiguo es el Babilónico (2000 a.C). Junto con estos datos, me gustaría hacer hincapié en que el salto evolutivo que llevó al nacimiento de la "enumeración", fue consecuencia del incremento de intercambios de bienes (desde piedras, ganado...) y del paulatino afán del hombre de incrementar sus beneficios. En definitiva, de las propias normas del comercio. Fue entonces, en este salto de calidad, cuando el trayecto del número sufrió un punto de inflexión (sin duda convexo-cóncavo) dejando atrás su carácter puramente natural, en pro del materialismo.

Es concienzudamente obvio que en esta nueva etapa del número es en la que nos encontramos, y que no es tan sencillo concebir ideas tan anacrónicas al echar la vista hacia arriba. Es en la era actual en la que, para más inri, encuentra el concepto del número su máximo exponente, es ahora cuando conocemos de su extralimitación, y de su aplicación no sólo a la economía, sino a la práctica totalidad de las situaciones sociales que se dan en el capitalismo industrial, sin dejar de ser inherente al mismo. Me refiero a la bolsa, a la matriz de los sistemas informáticos, al DNI personal e intransferible, las transferencias bancarias, las compras, a la eufórica adquisición de bienes de consumo para la realización personal, al etiquetaje tan materialistamente insulso de las marcas, de los megapíxeles de las cámaras fotográficas, de las pulgadas del televisor, a los gigas que componen la memoria de cada vez más aparatos, de cualquier actividad por minúscula que sea en todo este sistema cuyas reglas de juego las marcan las multinacionales, e incluso el fútbol, esa empresa "deportista"que opera con cantidades cada vez más ingentes de dinero en sus transacciones, esa industria cochina como aquel dijo, también contribuye a ensalzar el valor del número.   



El número llega a ser en estas fechas algo neurótico y obsesivo, pero la sociedad moderna también redefine otro concepto, entendido como la proyección más importante de la idea del número: el tiempo. Se trata de la materialización en una serie de horas, minutos y segundos (números), de la vida del ser humano. Si bien esta noción es de vital importancia, pues, en ninguna otra época histórica se ha valorado tanto la actuación inmediata de las personas como ahora, el tiempo no deja de correr, despiadado, tendiendo al infinito. Es la manifestación extrema y absoluta de que el número condiciona la vida de cada individuo, y de toda la humanidad.

He comenzado esta entrada con la intención de dejar constancia del nuevo marcador de visitas de la página, ese dígito que aparece en la parte inferior izquierda del perfil, cuya función no es otra que la de expresar mi ego en medida numérica.  Hemos llegado a un punto, desgraciados contemporáneos, en el que todo tiene un precio, todo puede comprarse con más o con menos dinero, una casa, una camisa, un coche, un jugador de fútbol, un equipo, también el honor, la libertad de expresión e incluso el silencio; lo que en traducción es que los más pudientes marcan las tendencias, y la sociedad vive con ese telón de fondo. Los números establecen las pautas de actuación, la importancia de determinados comportamientos, el resarcimiento de daños morales y valores personales de cada individuo. En resumidas cuentas, la expresión paradigmática y reducida de la sociedad del siglo XXI es, sin lugar a dudas, el número pero yo, soy de letras.