viernes, 5 de junio de 2009

Sobre el lado bueno de las cosas

Pocas horas después, vuelvo ávido a la espera del metálico pegaso, aun sabiendo que será distinto. Al de ayer y al de mañana, y al de la vespertina vuelta, toda la tripulación confiada a las manos de un timonel. Rumbo a Atocha, Vetusta, Macondo o Chesil Beach, cada cual custodia el ancla y las riendas de su mente por carriles de papel. Con sus puertas tragaderas de historias vivientes que se sacuden el sueño; compañeras del viaje. Me descubrirán seguro de que la felicidad -como en todo- no es un destino, sino un trayecto agradable.


miércoles, 3 de junio de 2009

Una vida de historias

Hay historias que tratan de describir una existencia, y hombres que con historias nos ayudan a vivir. Siempre fui un escéptico de las biografías, casi tanto como de la adaptación de novelas a la gran pantalla de cine. Un marco físicamente limitado es la razón por la que ambos proyectos son esfuerzos vanos. Pero mi convicción es absoluta cuando se trata de unos pocos autores. Indiscutibles referentes literarios cuya obra no deja siquiera margen a apuntes biográficos de interés, pues el conjunto de datos personales de aquéllos quedan retratados con mayor fidelidad en cada trabajo publicado, máxima manifestación de vida. Muere Mario Benedetti: 

"Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las cuatro

y acabo la planilla y pienso diez minutos

y estiro las piernas como todas las tardes

y hago así con los hombros para aflojar la espalda

y me doblo los dedos y les saco mentiras.


Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las cinco

y soy una manija que calcula intereses

o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas

o un oído que escucha como ladra el teléfono

o un tipo que hace números y les saca verdades.


Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las seis.

Podrías acercarte de sorpresa

y decirme “¿Qué tal?” y quedaríamos

yo con la mancha roja de tus labios

tú con el tizne azul de mi carbónico."





jueves, 21 de mayo de 2009

Reacción inevitable

Se la debía. Tras meses de inconsciencia me levanto para desperezar mis sentidos y librarme de los dardos que me atormentaban durante el letargo. Ha sido largo y provechoso, fructífero en sueños. Tanto tiempo sin alimentarme más que de extrañas ocurrencias que curiosamente compartían agonía en las redes de mi inconsciente. Una vez aseado, y pensando más claramente, qué bien sientan unos pinchazos de vez en cuando, pues ayudan a recordar incluso en tiempos desconcertantes que hay ciertas cosas que uno debe. Universalmente admitidas bajo la fórmula del “gracias”.

Señor DLR, usted ha sido el culpable, y cada cual a su manera tramita la venganza. Recién sacado del frigorífico le sirvo el primer plato, compuesto por ligeras dosis de actualidad (con abundante salsa “política”) tan picantes como crujientes, irresistibles y tremendamente adictivas para los asiduos comensales. A estas alturas no voy a negarle mi exquisita demanda gastronómica. Pero haciendo sitio, en el centro de la mesa coloco el plato fuerte, el perfil humano que subyace bajo cada aporte ensayístico. La persona que firma con aquellas tres letras, un hombre mayúsculo. Pues soy de los que que piensan que, al igual que la solidaridad de un Estado flaquea cuanto mayores sean sus recursos, la integridad de una persona debe medirse en vista de cómo responde en condiciones adversas. Y en ello ha sido ejemplar incluso frente a sus rivales, que es a mi juicio la mejor y más provechosa forma de avanzar. Aprovecho la ocasión para volver a felicitarle por sus éxitos, que en gran medida lo fueron de más gente -donde sabe que me incluyo- y desde siempre y para siempre ayudarle a atacar con ganas el postre: chocolate. Que dudo le haya sorprendido viniendo de un optimista convencido.

La guinda sin embargo no se encuentra en el pastel, sino en el abstracto y seductor universo de las melodías -le desvelo mientras activo el sistema de altavoces, para que con su “I Did It My Way” también Frank Sinatra nos acompañe en la ocasión-. Como debiera ser en todas. Pues bien, arremangándose la camisa le dejo, compañero de fatigas, con tan grotesco banquete. Sírvase cuanto necesite para saciar sus instintos caníbales. Mientras yo, por respeto, me abstendré y dedicaré a aprovechar el escaso tiempo que me duren las vistas desde el podio de su top cinco.

Sin duda se lo debo.