viernes, 5 de junio de 2009

Sobre el lado bueno de las cosas

Pocas horas después, vuelvo ávido a la espera del metálico pegaso, aun sabiendo que será distinto. Al de ayer y al de mañana, y al de la vespertina vuelta, toda la tripulación confiada a las manos de un timonel. Rumbo a Atocha, Vetusta, Macondo o Chesil Beach, cada cual custodia el ancla y las riendas de su mente por carriles de papel. Con sus puertas tragaderas de historias vivientes que se sacuden el sueño; compañeras del viaje. Me descubrirán seguro de que la felicidad -como en todo- no es un destino, sino un trayecto agradable.


miércoles, 3 de junio de 2009

Una vida de historias

Hay historias que tratan de describir una existencia, y hombres que con historias nos ayudan a vivir. Siempre fui un escéptico de las biografías, casi tanto como de la adaptación de novelas a la gran pantalla de cine. Un marco físicamente limitado es la razón por la que ambos proyectos son esfuerzos vanos. Pero mi convicción es absoluta cuando se trata de unos pocos autores. Indiscutibles referentes literarios cuya obra no deja siquiera margen a apuntes biográficos de interés, pues el conjunto de datos personales de aquéllos quedan retratados con mayor fidelidad en cada trabajo publicado, máxima manifestación de vida. Muere Mario Benedetti: 

"Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las cuatro

y acabo la planilla y pienso diez minutos

y estiro las piernas como todas las tardes

y hago así con los hombros para aflojar la espalda

y me doblo los dedos y les saco mentiras.


Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las cinco

y soy una manija que calcula intereses

o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas

o un oído que escucha como ladra el teléfono

o un tipo que hace números y les saca verdades.


Es una lástima que no estés conmigo

cuando miro el reloj y son las seis.

Podrías acercarte de sorpresa

y decirme “¿Qué tal?” y quedaríamos

yo con la mancha roja de tus labios

tú con el tizne azul de mi carbónico."





jueves, 21 de mayo de 2009

Reacción inevitable

Se la debía. Tras meses de inconsciencia me levanto para desperezar mis sentidos y librarme de los dardos que me atormentaban durante el letargo. Ha sido largo y provechoso, fructífero en sueños. Tanto tiempo sin alimentarme más que de extrañas ocurrencias que curiosamente compartían agonía en las redes de mi inconsciente. Una vez aseado, y pensando más claramente, qué bien sientan unos pinchazos de vez en cuando, pues ayudan a recordar incluso en tiempos desconcertantes que hay ciertas cosas que uno debe. Universalmente admitidas bajo la fórmula del “gracias”.

Señor DLR, usted ha sido el culpable, y cada cual a su manera tramita la venganza. Recién sacado del frigorífico le sirvo el primer plato, compuesto por ligeras dosis de actualidad (con abundante salsa “política”) tan picantes como crujientes, irresistibles y tremendamente adictivas para los asiduos comensales. A estas alturas no voy a negarle mi exquisita demanda gastronómica. Pero haciendo sitio, en el centro de la mesa coloco el plato fuerte, el perfil humano que subyace bajo cada aporte ensayístico. La persona que firma con aquellas tres letras, un hombre mayúsculo. Pues soy de los que que piensan que, al igual que la solidaridad de un Estado flaquea cuanto mayores sean sus recursos, la integridad de una persona debe medirse en vista de cómo responde en condiciones adversas. Y en ello ha sido ejemplar incluso frente a sus rivales, que es a mi juicio la mejor y más provechosa forma de avanzar. Aprovecho la ocasión para volver a felicitarle por sus éxitos, que en gran medida lo fueron de más gente -donde sabe que me incluyo- y desde siempre y para siempre ayudarle a atacar con ganas el postre: chocolate. Que dudo le haya sorprendido viniendo de un optimista convencido.

La guinda sin embargo no se encuentra en el pastel, sino en el abstracto y seductor universo de las melodías -le desvelo mientras activo el sistema de altavoces, para que con su “I Did It My Way” también Frank Sinatra nos acompañe en la ocasión-. Como debiera ser en todas. Pues bien, arremangándose la camisa le dejo, compañero de fatigas, con tan grotesco banquete. Sírvase cuanto necesite para saciar sus instintos caníbales. Mientras yo, por respeto, me abstendré y dedicaré a aprovechar el escaso tiempo que me duren las vistas desde el podio de su top cinco.

Sin duda se lo debo.                         

sábado, 6 de diciembre de 2008

Aún caminando

Más tarde que temprano, como el cometa Halley, retorno a este rincón del vasto internet para, durante breves instantes, mostrarme ante los ojos de algunos, a la vez que paso desapercibido para el gran resto de internautas. A falta de unos días para dejar atrás el otoño, el polvo navideño ya se ha empezado a propagar desde los barrios más consumistas al resto de la ciudad, contagiándonos de la melancólica alergia que nos congestiona de ilusiones y optimismo. Con todo ello, sin embargo, he decidido no adelantar acontecimientos, más por aumulación de ilusiones frustradas que por falta de ocasiones. Pues no hace mucho que se nos brindó una buena: el 5 de noviembre de 2008, Barack Hussein Obama, ganaba las elecciones a la presidencia de Estados Unidos, ante la impaciente expectación de sus súbditos, esto es, del mundo. Respecto del todavía presidente, basta con destacar los evidentes desniveles en formación académica, pero su nota característica es, sin duda, la de"ser el primer ciudadano negro en llegar hasta la Casa Blanca", contraste morfológico que ha conseguido, por fin, marcar un hito en la historia de los Estados Unidos. 

Tan sólo me niego a la enésima ilusión, a creer en el cambio inmediato que promulga el partido menos malo y el grotesco aparato mediático desplegado durante la campaña, pero no a los hechos. Me conformo con el presente de una presidencia negra, máximo representante del progreso en el país antiguo paradigma de la segregación racial. Porque más importante que prometer el mundo en unos meses (guerra de Irak, Guantánamo, informes de la CIA) es pararse a observar el largo camino recorrido, y rendirse ante la evidencia de que si esta vez es negro el hombre que nos miente, es que ya han cambiado las cosas, y mucho.  

Volviendo al terreno de las ilusiones, la sociedad española, hace 30 años, se unió a la causa de construir una fortaleza hecha de democracia, paz y progreso frente a cualquier ataque, con la esperanza típica de estas fechas. Pero nuevos acontecimientos nos demuestran que la cruda realidad no está a la altura, cuando en este 6 de diciembre hace tan sólo un par de días que la barbarie hizo acto de presencia. Ignacio Uría, responsable de una de las empresas adjudicatarias del tren de alta velocidad vasco, se convirtió el pasado 3 de diciembre en la cuarta víctima de ETA en este año, desde que un mercenario de la sinrazón le disparó al pecho en plena calle, cuatro meses después de que se hicieran públicas una serie de amenazas vertidas contra los empresarios que participan en el proyecto.

Los intereses que están detrás del TAV son ajenos a Euskal Herria. No hay un solo beneficio y, por lo tanto, lo único que nos quedará será la cicatriz de cemento que atravesará nuestro pueblo de punta a punta. Cada una de esas toneladas de cemento entierra nuestro proyecto popular bajo el discurso de la supuesta modernidad, bienestar y tantas otras palabras vacías. También en este caso, no hemos tenido derecho a decidir qué es lo mejor para nuestro pueblo.

Que sepan, pues, que ante esta situación no nos quedaremos con los brazos cruzados. Cualquiera que quiera construir el futuro de este pueblo a partir de sus intereses económicos y a costa del pueblo, debe tener claro que este pueblo y esta juventud responderán en la medida que demande la situación.

Toda esta sarta de improperios contra la razón fue encontrada en la sede de PCTV-ANV-Batasuna, asociaciones políticas todas ellas declaradas ilegales por la Sala especial del Tribunal Supremo, por lo que sorprende que todavía ANV gobierne, hasta el fin de legislatura, en 42 ayuntamientos españoles (por mayoría absoluta en más de la mitad).

Cierro la entrada y el asunto, espero que por mucho tiempo este útlimo, con un artículo de José Luis Zubizarreta, a juicio de Eduardo Madina "uno de  los más grandes analistas políticos que tiene la sociedad vasca", publicado en el diario El Correo a propósito de la desgracia.

Matan por Nada


Nada más lejos de mi intención que convertir esta columna en un púlpito. Pero, en esta ocasión, no me resisto a dirigirme a usted, lector, personalmente, no sé si para pedirle un favor o para hacerle una recomendación. Ayer, al oír del asesinato de Inaxio Uria, a usted, como a mí, se le habrán agolpado un montón de preguntas en la cabeza. Pues bien, le ruego que no intente siquiera contestarlas.Porque, desde el mismo momento en que comience a buscar respuestas, habrá entrado en el juego que plantean los asesinos. Para eso matan. Para que los demás nos enredemos preguntándonos por qué lo hacen y nos enzarcemos en respuestas contradictorias.
Esta banda de asesinos en que se ha convertido ETA ha matado, a lo largo de su historia, de todo y por todo. Comenzaron por guardias civiles, policías y militares, diciendo que eran torturadores, represores y fuerzas de ocupación. Vinieron luego chivatos y delatores. También cayó algún que otro pequeño trapichero de droga. Pronto vinieron los ertzainas por cipayos y colaboracionistas. Y funcionarios de prisiones. Un cocinero, incluso, que trabajaba no se sabe muy bien en qué dependencia militar. Siguieron empresarios por explotadores, periodistas por manipuladores, políticos por tergiversadores.
Murieron, al fin, civiles que hacían la compra en un supermercado o tomaban tranquilamente el sol en la calle. Hasta mujeres y niños fueron despedazados por el horrendo delito de vivir con sus maridos y padres en las casas cuartel de la Guardia Civil. No hay ya gremio, oficio o profesión que se haya librado. Ni sexo ni edad.
Si usted trata ahora de buscar, por así decirlo, el hilo conductor de estos asesinatos, no encontrará ninguno que pueda dar razón de todos ellos. Matar por todo es, al fin y al cabo, matar por nada. No puede ser siquiera que ese magma del 'conflicto vasco', por complejo e intrincado que pretendan presentarlo, tenga tantas ramificaciones. Sólo la pulsión de muerte, el matar por matar, da explicación cabal de lo que hacen. No busque usted otras razones, no crea siquiera a quien intente dárselas, que lo habrá, porque detrás de tanto asesinato no hay más que el placer de matar que anida en una mente enferma.
Por eso, cuando hoy le digan que ayer mataron a un empresario vinculado al Tren de Alta Velocidad, responda usted que no. Responda que mataron simplemente a un anciano, a un jubilado, que, en vez de la siesta, echaba la partida con sus amigos después de comer. Como usted, quizá, suele hacer o como hace su propio padre. Que asesinaron, simple y llanamente, a un ser humano. Y que lo asesinaron por nada.



Ignacio Uría D.E.P.


domingo, 28 de septiembre de 2008

El jardín de la Esperanza



Una de las mayores satisfacciones es la que uno percibe al contemplar su jardín y enorgullecerse de todo el sudor y el esfuerzo que depositó en aquella inversión, de cuyos resultados sólo él podría beneficiarse. Es la ocasión de recordar las horas de más que nos encadenamos lucrativamente al crecimiento del negocio y de comprobar que fue el mejor contrato que jamás pudimos firmar, el de tanto más trabajes tanto más recibirás a cambio. Por fin llegó el momento de relajarse en la tumbona y de pararse a observar el paso del tiempo que ahora acaricia nuestra piel esparciéndonos su bálsamo rejuvenecedor. 

Tengo la fortuna de habitar un chalé en las afueras de Madrid y sobre todo de disfrutar del bienestar y el sosiego que me proporciona salir a su jardín. A mi bello, esplendoroso y fructífero jardín. En él rebajo mi índice de estrés metropolitano, merced a un espacio donde convergen los parámetros intimidad y amplitud física, sin necesidad de salir de casa. Parte de mi personal satisfacción me la atribuye la legítima posesión de bienes instalados en él, desde un olivo, hierbabuena, perejil y otras plantas relacionadas con la gastronomía, pasando por los entrañables gnomos de porcelana, hasta la piscina prefabricada que estos días ha estado acaparando todas mis atenciones. Podríase pensar que hasta aquí ha llegado la visión macrosociológica de la propiedad individual, a la reducción sistemática en viviendas unifamiliares. Pero desgraciadamente no es así, sino que en la pirámide también se encuentra, mirándonos hacia abajo, un jardinero mayor, a cuyos ojos faraónicos todas nuestras propiedades le pretenecen, y en cuyo jardín representamos el tan entrañable papel de gnomo.

Esperanza Aguirre Gil de Biedma es presidenta de la Comunidad de Madrid, y está convencida de que tal título le confiere la total disponibilidad de nuestros esfuerzos, haciendo honor a su apellido, evocador de la mismísima "cólera de Dios". Lo demuestra llevando a cabo una política de derechas matizada (que no corregida) por una lista de valores liberales que bien pudiera pasar como programa político de algún nuevo partido. Poco le faltó, y no fueron las ganas. El "modus operandi", basado en un plan de dudosa viabilidad política pero de incuestionables beneficios económicos es sencillo. Consiste en privatizar cualquier cosa o servicio que se encuentre dentro de su radio de acción.

El chalé de Esperanza está en la ciudad de Madrid, pero su jardín linda con Guadalajara, Cuenca, Toledo, Ávila y Segovia. Orgullosa y con posibles económicos, sigue decorándolo con cualquier producto que encuentre en el mercado, a empezar por colegios y hospitales. Esta serie de actividades, a los ojos de cualquiera, no parecen desplegarse más allá del ámbito de legalidad donde se mueve la Presidenta; pero juega sucio.

Tal y como he empezado diciendo, he crecido en Coslada -ahora mundialmente conocida por los escándalos públicos de facinerosos con placa- y escribo estas líneas desde mi casa en San Fernando de Henares, una especie de apéndice municipal que se desprende del anterior. Ninguno de los dos pueblos ha tenido nunca Seguridad Social, de modo que a cada sector de habitantes se le asignaba la atención médica de un hospital del centro. Nada apuntaba a salvar en un futuro este sinsentido, hasta que llegó Esperanza descubriéndonos su nombre revelador, sobre el que finalmente primaría el histórico apellido. Dijo Aristóteles que la esperanza era el sueño del hombre despierto, quizá no lo estuviéramos lo suficiente, porque nuestra facilidad de engaño se equiparó a la de un niño adormilado. Nos prometió un hospital, público. Y bien, intereses municipales aparte, se inauguró un hospital, precario en todos los sentidos, pero justo a tiempo, esto es, previo a las últimas elecciones autonómicas. Sin embargo, no es la patraña electoral la responsable de mi enfado, sino la desvergüenza necesaria para tornar el carácter público de la sanidad en un centro a cuya creación hemos contribuído pecuniariamente todos los vecinos de la zona. Para ello, los aduladores cuentan con un plan preconcebido que comienza con -actualmente- la totalidad de la plantilla pública, continúa con -de aquí a tres años- la incorporación de una directiva venida de empresas sanitarias privadas, y culmina con -tras seis años de optimismo- el hospital privatizado de cabo a rabo. 

En palabras ejemplares, nuestro empeño por pagarle al Ayuntamiento un hospital público tan sólo hará que engorde el bolsillo de las empresas privadas y las arcas del jardín de Aguirre, un lugar donde escasea la esperanza.

domingo, 17 de agosto de 2008

La Dama de Azul


La protagonista de este relato, como de costumbre, tiene una definición concreta que abarca el espacio de tiempo sobre cuyos días grabó su pasar, cúmulo de datos que, dada la importancía que un servidor les atribuye, trasciende de todo encaje histórico para albergar las siguientes líneas que conmocionarán, como mínimo, al más apocado de los corazones. Su mayor peculiaridad es que, analizándola desde una perspectiva más amplia, podemos llegar a la conclusión de que carece de ese marco histórico definido, pues ha sufrido múltiples reencarnaciones. Acontecimientos que a lo largo de los años comparten en la base elementos comunes, singularizando a la tan afamada protagonista por un entrecortado goteo de apariciones que, sin borrar las letras del pasado, han mantenido siempre húmedo el papel de nuestra existencia. Ella es extrovertida y tan exultante de su propia gracia que a todo el que la mirara sacaba los colores. Tan imperial y socarrona que provocaba en el resto el sentimiento cruel de apática impotencia, de resignación y desidia. Aquellos pobres aterrados, sin embargo, han sido a la vez su enemigo y justificación de existencia, pues constituían la otra cara de la moneda con la que se han pagado los peores recuerdos que nos llegan. Ambos focos de discusión son la máxima manifestación de la desgraciada naturaleza del hombre, del que han heredado sus pensamientos, en su mayoría, destructivos. Su parentesco con el común de nosotros estuvo en la base de su triunfo y, muchas veces nada era lo que parecía, comprobándose que hasta la oposición del mal degeneró posteriormente en su favor. No hay ejemplo mejor de innatismo humano que ella, que incluso cuando se la daba por muerta, permanecía su germen en estado latente dentro de los seguidores a los que un día convenció, como anchoa en conserva. Resumiendo, se trata del famoso binomio que en cualquiera de sus formas siempre ha estado presente en nuestras pisadas, y que ha sacado a la luz todas las vergüenzas del ser humano; las fuerzas del bien contra las del mal, los ricos contra los pobres, los blancos contra los negros, los opresores y los oprimidos, los apadrinados y las víctimas del desamparo, de las desigualdades sociales: Política.

Comparto la idea de que la historia es la política del pasado, del mismo modo que la política la historia de nuestros días. Por tanto, se habrían equivocado aquellos que me hubiesen sobrestimado, pues se me escapa de la imaginación describir los más y los menos de esta compañera de viaje. Por el contrario relataré un fragmento de la vida de una de sus hijastras, la dama de azul, delante de cuyos discípulos todavía seguimos corriendo. Adivine el ávido lector la naturaleza verdadera de los eventos.

Nació en el tiempo del cólera, cuando el reloj de la vida se aceleraba incluso en los campos de Castilla, cuando el amor se interpretaba por dos títeres con corazón de madera. Lo hizo huérfana y de improvisto, como rosa que crece entre dos piedras, como mancha de petróleo que sobre la superficie del vasto océano emerge. Durante su infancia, eran constantes el ruido mecánico en la montaña y la desolación en la ciudad. Tardó poco en madurar, aunque a media vecindad le pareciera un siglo. Y cuando cesó la tempestad, la gente empezó a vivir en una calma casi sepulcral, bajo un cielo claro que con su imperceptible capa de miedo filtraba los rayos del sol que iluminaba de gris el mundo. La jóven vestía siempre la misma ropa desgarrada, fruto de su traumática adolescencia, aunque ya era toda una mujer, insinuante y bien dotada que (también hormonada e inconsciente) se abrió de piernas ante una Europa caótica y destrozada que, de no ser por la negativa de su afeminado pretendiente, la habría matado a polvos. Luego agradeció el rechazo, pero vivió de espaldas a los países del mundo civilizado durante el resto de su vida, como muestra de su impoluta dignidad. Ésta siempre permaneció impecable. Como ya digo era fuerte y robusta, pero todo Aquiles tiene un tendón, y el suyo lo eran los vientos del este que en época de primavera soplaban, pues sufría una fortísima alergía al dulce aroma de las rosas que de vez en cuando le venía.

Aunque la dama de azul era presidenta de su comunidad, en su día fue la pedante fanfarrona del primero. Dicho sea que (adaptándose a la época) subió poco a poco por las escaleras, tomando fuerza en cada descansillo, y con un saco de sal bajo el brazo por si le hiciese falta al guiso de alguno de sus vecinitos. Ay, sus ignorantes vecinos, en cada piso del edificio los había de un color y profesión, cada uno de los cuales era pieza imprescindible en la maquinaria que, escalón tras escalón, contaba los segundos que le faltaban a ella para cumplir su objetivo. Desde que se acomodó en lo más alto, el barrio se empezó a quejar de la dudosa legalidad de su mudanza, sospechando que tan sólo era la punta del iceberg, el dedo índice de una mano desmembrada. Busto colocado sobre una base ajena a él, aunque culpable de todos sus méritos de otra forma improbables, como una cabeza en el cuerpo de otro: la criatura de Frankeinstein.

Llegó la década del modernismo, de la sociedad de consumo, los cambios sociales y las miradas hacia la paz, la igualdad y la libertad, que casí en su final acogió el mayo y el agosto de un año que quedará simbólico para la posteridad. Nuestra dama remodeló su apartamento, pobló de flores el balcón y llenó el salón de multitud de objetos que no hubiese comprado de no estar ocultos bajo el atractivo disfraz de la publicidad. Pero, mientras que más allá de los confines de su barrio los hijos de excombatientes en la guerra mundial de la infamia se labraban el reconocimiento de la sociedad, la dama de azul engordaba en reposo sobre su nuevo sofá, despreocupándose de su peso y paseándose por el centro comercial. Igual que un toro, vivió 10 años de injusta abundancia para de pronto encontrarse entre la espada y la pared, se quedó viuda. Entró en decadencia, adelgazó más de lo debido aun cuando más se descuidó el "régimen" alimenticio que entonces seguía, hasta convertirse en la cuarta pared de su propio escenario: el observador del espectáculo, el público de una puesta en escena cuyo montaje había dirigido.

La agonía le serpenteó el esqueleto durante sus últimos dos años. Perdió el habla. Vomitaba sangre negra en su vieja silla -otrora imponente trono- síntoma inequívoco de su hemorragía interna. Era muda expectante de sus últimos días, anciana galante que en silencio anhelaba tiempos de gracia sucios de melancolía, y que, aun desesperanzada, seguía fiel a su perspectiva. A esas alturas tan sólo veía, como paciente trastornada en el hospital del "nuevo día" esperaba la hora de su justo juicio. Con la impotencia del príncipe destronado, con la nostalgia del rey en el país vecino, con el vacío del armario desalojado, con lo macabro de una caja de pino. Sabido era que su mal no tenía cura, así que fue desconectaba por sus propios padrinos de la máquina inerte que en su viudez la mantuvo; de fría sangre asesinos. En paz descansaría en hermética vitrina, sirviendo la simpleza de su forma como memorándum. De derecha a izquierda había, del otro lado del cristal observando, ojos llorosos de personajes enlutados, y el resto, de sepultureros recordando pasados tiempos que, por ello, fueron buenos. 


 

viernes, 1 de agosto de 2008

El camino de la purga



Cuentan los sermoneros del dogma a sus incondicionales que en la península ibérica el cristianismo llegó entrado el siglo I, y que los artífices de tal ambiciosa empresa fueron Santiago Apóstol y San Pablo. Ilustran con la misma solvencia que el camino que llevaron a cabo atraviesa hacia el Oeste el norte de España, penetrando por los escabrosos Pirineos hasta llegar a Compostela. Aquí termina esta breve historia, y desde entonces se les viene inculcando a las gentes de la zona la indiscutible heroicidad de aquéllos personajes, de la boca de servidores del todopoderoso que narran la proeza, como ya digo, inspirando la certeza de que efectivamente pudieran haber "dado fe" ellos mismos de tales acontecimientos. 

Pero cuando la Iglesia se topa con datos empíricos la fe de sus beatos llega a un callejón sin salida, en el que los más tozudos pueden llegar incluso a matarse a cabezazos contra el muro por defender sus creencias. Una vez más, la historia oficial no es la verídica sólo por ser la apoyada por la mayoría, o por ser la escrita por los vencedores, como la heroica resistencia de Sagunto, Estepa o de Numancia, cuyos ciudadanos, en vez de preferir suicidarse y quemar sus ciudades antes de rendirse a los esclavistas Romanos, murieron de hambre en menos de una semana por la implacable estrategia militar del Imperio. Fuere como fuere, la historia del cristianismo en España no es merecedora de las alabanzas que una panda de interesados han dirigido a los señores Santiago y Pablo, quienes, lejos de emprender el viaje por el que se les recuerda, sí llegaron a proyectarlo:

"Saldré para España, pasando por vuestra ciudad, y sé que mi ida ahí cuenta con la plena bendición de Cristo".
                                                                                                                    Epístola a los Romanos. 15.28

Desacreditada queda la versión profesada durante tanto tiempo por marqueses y mendigos pues está demostrado que en España el cristianismo no llegó por Roncesvalles sino por Gibraltar, y que eran más de un par de iluminados los que lo trajeron. Como en otras ocasiones, la realidad no es tan sugerente como se pinta.

En este arduo debate, cualquier pretexto me basta para dejar en la constancia que este verano me  dio por cambiar de aires, y al romántico mar le destituyó la montaña, lugar casi exótico en estas alturas del año. Acabados los preámbulos, la cohesión de mi discurso la recupera el hecho de que decidí hacer, junto a unos amigos, el Camino de Santiago, 13 días inolvidables cuyo contenido, a falta de un blog de notas, me contentaré con resumir. La ruta esogida fue la francesa, que pisa suelo español a la altura de Roncesvalles, y continúa su trazado hasta Finisterre, el punto más occidental de Europa. Originariamente, el camino cruzaba en su recto sentido el territorio del País Vasco y Cantabria, pero el desvío se antojó inevitable habida cuenta de los numerosos saqueos con que en especial los Vascones despojaban de sus escasos bienes a los peregrinos que por allí pasaban.

Empezamos en Roncesvalles, lugar épico, donde se libró en el año 778 la batalla contra los francos de Carlomagno, acontecimiento que, una vez más, ciertas investigaciones se han ocupado de desmentir, situando la gloriosa victoria de los Vascones en el valle de Ansó (Pirineo aragonés y no navarro). Pero al parecer el "modus operandi" fue el mismo, pues asimismo se ha demostrado que ya en quel momento nuestros antecesores eran tan bastos y brutos como se nos afama: achantamos a los franceses tirándoles piedras. El caso es que llegamos una fría tarde, cuando ya se ponía el sol, y lo único que vimos de aquel pueblo fue su albergue, de los mejores en los que nos alojamos, no tanto por su lugar de hospedaje como por su localización, rodeado de una estructura medieval, que agrupaba capilla y museo, y nos traía aquellos aires de otros tiempos. La mañana siguiente fue helada, y fue entonces cuando al ajustarme la mochila de 12 kilos entraron en mi cabeza las imágenes de aquellos rituales de flagelación y devotos mártires que desfilaban en agónica procesión, pues a pesar del considerable volumen de mi macuto, no acerté a echar ninguna prenda de abrigo, ni sudadera ni pantalones. Tan sólo tenía un refinado chaleco de lana, que me dejaron el día antes al ver la que se nos avecinaba. La verdad que fue un alivio durante todo el camino; decía yo que se ría la gente siempre que ande caliente yo, pues parecería desternillante un peregrino pastor en su búsqueda por reconducir a cuantas ovejas descarriadas se encontrara en el camino.

El segundo lugar de interés fue Trinidad de Arre, un acogedor albergue que destacó sobre el resto por el edificio en el que se encontraba remodelado, todo de piedra. A 5 pasos se llegaba a Villaba, hogar de Miguel Indurain. Aquí, tengo que reconocer que dudé un instane de mi sentido de la orientación, pues una ikurriña izada en el Ayuntamiento era motivo suficiente como  para desconcertar al más avispado de los forasteros. Según me enteré el responsable era Nafarroa Bai, que desde la alcaldía había instalado un mastil fijado en el suelo, a la izquierda del edificio, que hacía compañía a las demás banderas constitucionales, correctamente colocadas en el balcón. Lo que se hace por ganar votos. Aunque más adelante (unos 200 metros por la calle principal) se llegaba a Burlada, municipio contiguo sobre cuyo Ayuntamiento no se descubre nada sospechoso, la bandera navarra, la de España y la del pueblo en cuestión, donde curiosamente gobierna el PSOE en coalición.

Al día siguiente llegamos a Pamplona, justo en el momento del encierro, pero nos encontramos con los despojos de la fiesta. Nuestras mochilas eran aún más pesadas pues se nos pegaban las botas al suelo y entre la muchedumbre poco pudimos ver. Así que nos dividimos, los que queríamos ver algo más de la ciudad y los que ya habían pasado por allí antes, que irían a reservar plazas al albergue más proximo, pasadas las montañas. Ese fue el día clave, pues tras largas caminatas por la urbe, emprendimos el camino después de comer con toda la solana por un nuevo paisaje: la cruda llanura. Eramos dos, Lorenzo incordiando desde arriba y un par de encinas que se divisaban a lo lejos. El resultado fue llegar a la hora de la cena con un regimiento de ampollas bajo los pies que agudizaban el sufrimiento en nuestros pecadores días.

Luego llegamos a Estella, lugar para recordar. Fuimos derechos a la Cruz Roja para que los voluntarios se asustaran con nuestra colección de castigos. Nos recomendaron permanecer un día allí y que nos lo tomáramos con calma, a lo que les dije que igual que ellos reprobaba la emulación a David Carradine en Kun-fu, pero que yendo en grupo siempre confluyen diferentes puntos de vista. Visitamos una fuente natural de gélidas aguas y al día siguiente parecía "milagroso" que ya no sintiera casi nada, aunque siempre se lo agradeceré a la "mano de santo" de los enfermeros. Cuando volvimos a la carga pasamos por una fuente de vino (Bodegas Iruche) frente a un monasterio, que supuso un obligado alto en el camino, por manifiestas causas.

En Logroño nos llovió, y recuerdo haber incitado a mis compañeros a acudir a una basílica en la que leí explicaban su orígen histórico y bendecían al peregrino. Dos horas y media que duró. Nada más entrar el curilla nos dió la bienvenida con la mano señalando una mesa repleta de vasos, vino y algo de picar. Acto seguido empezó la visita, y mientras nos explicaba que por aquellos pasillos había pisado Carlos V (él decía Carlos I), la posible rectangularidad del claustro que ahora era cuadrado, marcas templarias rayadas sobre la pared de piedra, preciosos murales que adornaban el lugar e innumerables hechos históricos que el hombre narraba con gran entusiasmo e inspiración, a mí sólo se me pasaba por la cabeza la cantidad de "ayudas" que deberíamos desembolsarle al final de todo, tras una muy segura demanda. Durante la charla, mi actitud fue la de un profano en un museo de arte moderno, tratando de aparentar comprensión con las manos atrás y asintiendo constantemente con la cabeza, acompañando al platicador en algunos finales de sus frases. Esa fue la forma de instarle a que siguiera, pues lejos de despreciar sus conocimientos, mi única intención era que continuara con su discurso. Al final, me sorprendió gratamente la ausencia de reclamación alguna por los servicios prestados. Avergonzado de mis prejuicios, firmé en el libro de visitas y nos marchamos.

Más adelante, se encontraba Santo Domingo de la Calzada, otro paraje imprescindible (no sólo por su magnífica catedral), en el que además vi a una antigua profesora de matemáticas, con la que pasamos la mañana y la que, aprovechando la coyuntura, nos acercó al pueblo siguiente. Ya estábamos en la provincia de Burgos. Sin ningún entretenimiento, llegamos al pueblo de Atapuerca (cuyas famosas cuevas contaban con el aforo completo) y, finalmente, tras desviarnos en un momento dado del camino y atravesar casi una hora por un inmenso campo de trigo, llegamos a Burgos, para desde allí coger el tren a Madrid; anecdótico queda el busto de Franco mirando hacia la estación que nadie se ha dignado en quitar. 

Y misión cumplida, tal y como nos propusimos la mitad del trabajo estaba ya hecho. Experiencia preciosa no tanto por su "santidad" como por los paisajes y pueblos que te obliga a ver, y así como por el ambiente tan cálido que se respiraba junto con los demás peregrinos. Terminada mi escueta memoria del camino, doy la puntilla a esta nueva entrada con la pertinente reflexión de alguien que, años ha (siglo X aproximadamente), ya descreía de agüeros e incluso del divino auxilio de Santiago, y que pone de cierto modo en duda los pilares sobre los que se asienta la fe a la que en las primeras líneas he aludido:

Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos
que Dios protege a los malos
cuando son más que los buenos.